Jesús, sin yo saberlo siempre ha estado a mi lado, conmigo. Como una madre con su hijo, aunque no esté a tu lado siempre está ahí y nunca deja de quererte.
Durante muchos años, no era capaz de ver ese amor tan grande que tiene Jesús por mí, no fue hasta un viaje a Medjugorje donde sentí ese amor tan real y grande.
Ahí me di cuenta que llevaba mimándome y queriéndome desde el primer día. Donde más notaba esa presencia de Dios (sin saberlo) es en el ejemplo de amor de mis padres, en todos sus gestos de grandeza, en cómo se cuidan, se quieren y se entregan a los demás. Mis padres son el ejemplo de amor más grande que he visto nunca, de pequeña me parecía lo más normal, pero de mayor me fui dando cuenta que en ellos hay algo más.
En este Día de la Madre, quiero honrar a mi madre, quien siempre ha estado a mi lado, protegiéndome y apoyándome. Su amor y dedicación son el mejor regalo que he recibido en la vida.
Su historia es de lo más normal, mi madre de Pamplona y mi padre catalán, se enamoraron cuando él se fue a la Universidad de Navarra a estudiar y ella aun en el colegio. Estuvieron ocho años de noviazgo, de los cuales cuatro lo pasaron separados, cosa que era muy distinto ahora sin redes sociales, móvil… y la manera que tenían de comunicarse era mediante cartas, que mi madre aun guarda tras más de 40 años, y he tenido la suerte de leer alguna y son una autentica maravilla leerlas.
El 8 de septiembre de 1984 se dieron el sí quiero y también se lo dijeron a Dios como matrimonio y empezaron una vida en Barcelona. A los nueve meses nació mi hermano mayor Alvaro y cuando celebraban su primer aniversario de boda, en un viaje camino a San Sebastián, sufrieron un accidente de coche, que dejó a mi padre con 27 años en coma, con daños cerebrales entre otras cosas, por otro lado, mi madre con 24 años y un bebé de tres meses que protegió con todas sus fuerzas (ya que lo tenía en brazos) y gracias a Dios ambos estaban bien.
Mi padre volvió a nacer, se quedó sin voz, sin poder andar, sin… y él una vez me dijo que salió adelante porque la cruz que le había tocado la podía compartir, al principio con mi madre quien desde el primer momento creyó en él. No puedo explicar con palabras como mi madre ayuda a mi padre y como él con una sonrisa de oreja a oreja se lo agradece y se deja.
Nunca he oído a mi padre quejarse porque ya no puede hacer algo, sino tenéis que oírle cuando por ejemplo consigue dar un paso totalmente recto, o hablar respirando bien… lo que nosotros hacemos de manera natural, él ha tenido que aprender de nuevo y nunca ha sido un problema, sino más bien un logro, un yo puedo seguir y como os he dicho antes, compartiendo su cruz con los demás.
Si os cuento todo esto es porque es en ellos, en el amor tan incondicional de mi madre y mi padre, donde empecé a sentir a Jesús sin yo darme cuenta.
Crecimos en una familia religiosa, colegios cristianos, nos bautizaron, hicimos la primera comunión y también me confirmé, pero confieso que en ninguna realmente sabía lo que estaba haciendo, aunque les doy mil gracias a mis padres por darme la oportunidad, porque aunque en ese momento no me di cuenta, hizo que cuando estuviera preparada le dijera que si a Dios, y en mi caso, su ejemplo fue clave.
Ese sí, llego un poquito antes de Medjugorje, era septiembre y empezaba en un cole nuevo, en el último curso y ahí estaba él, en la plaza de las palmeras con una camiseta negra, tejanos y bambas blancas. Me acerqué y él me miró, me dio dos besos y me dijo: "Hola yo soy Javi" y siguió saludando a sus amigos tras todo el verano sin verse.
Continuará en el próximo capitulo II.
Marian Sanchez-Arjona Velasco
Que historia más bonita !!! Totalmente emocionada .un beso
Elena
Que bonita historia Cris. Gracias por compartirla.